Dificultades del alemán
Al comenzar mi primer curso A1.1, en una escuela privada, mis ganas de aprender y quedarme en Berlín crecían y crecían. Encontraba entretenidas las clases y el compartir con personas de todo el mundo. El conocer sus culturas, sus idiomas y sus variadas formas físicas era algo que me apasionaba y me sentía jugando un videojuego a ratos. Así llegaron mis primeros amigos, que conocí en la escuela y pertenecían a diferentes niveles A1, A2 y hasta el B1! Sus nacionalidades eran igual de variadas, pero por alguna razón fueron los brasileros a quienes siempre tuve cerca. Congeniábamos muy bien, no sé si por la sangre latina, la comida o la fiesta, pero si no nos veíamos en la escuela de seguro nos encontrábamos en “Club der Visionare” frente al Spree, donde habitualmente íbamos a pasar las tardes después de clases para escuchar música electrónica y tomarnos una cerveza, lejos, uno de mis lugares favoritos de la ciudad.
Al seguir avanzando en los cursos de alemán comencé a darme cuenta de lo difícil y complejo que era el idioma. Las formas de relacionar los conceptos eran complejísimas, todo tenía conjugaciones diferentes y casos especiales, y simplemente hacían reglas para romper las reglas. Comencé así a asimilar que mis planes de comenzar mis estudios en la universidad tardarían un poco más de lo planeado, pero disfrutaba tanto mi vida en Berlín que la verdad estaba ya entregado a ello. A medida que fueron pasando los meses mis ganas de estar encerrado 4 horas de lunes a viernes en una pequeña sala calurosa escuchando sonidos que parecían chino mientras el verano sucedía afuera de la ventana comenzaban a consumirme. Así logre encontrar mi propio balance entre asistir algunos días a la escuela y tomarme otros para descubrir la nueva ciudad donde me encontraba. A mi profesora no le hacía muy feliz, pero ¡Había tanto por descubrir! Y ya lo vendría averiguando…
Llego así el invierno y todo se congelo un poco, fueron tiempos duros. No podía hablar el idioma y no conocía bien la cuidad por lo que todo me costaba el triple. Había demasiadas cosas nuevas y muchas pruebas, para ese entonces, difíciles. Comencé a extrañar mi ciudad natal, a mis amigos, un trabajo, pero había tantos conceptos nuevos, formalidades y burocracias que no me sentía preparado para nada de eso.
Llevaba ya 11 meses en la ciudad y aún no podía hablar el idioma, sabía bastante, pero aun así me cohibía en frente de los alemanes y las palabras no salían. Fue por lo mismo que mi amigo alemán Joe me recomendó asistir a un casting abierto para una película de Hollywood que se filmaría en Berlín. Yo no tenía mucha fe y lo encontraba un poco ridículo, pero él tenía un punto, no necesitaba hablar alemán. Fue así que me presente y a las semanas me enteré de que tenía un nuevo trabajo. Una vez finalizada la filmación de la película, la misma agencia continuó enviándome trabajos como extra para películas que se grababan en diferentes partes de Berlín y Alemania, ya fueran alemanas o americanas. Esto me sirvió mucho para seguir descubriendo la ciudad, ya que en cada ocasión debía dirigirme a un lugar diferente, incluso a veces, fuera de la ciudad, donde más de alguna vez tomé el tren equivocado y llegué horas atrasado. Fui a lugares como, Potsdam en Brandenburg, donde se encuentra el estudio de cine Babelsberg, el más grande de Alemania y más grande que los estudios de Hollywood. Comencé así a conocer y disfrutar mucho de esté trabajo y al mismo tiempo, me encontraba constantemente en un ambiente laboral donde se hablaba alemán, por lo que era buena práctica.
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